Mi nombre es Isabel y desde pequeña he tenido muy claro que me gustaba el mundo de la educación, aunque tenía claro que no quería ser maestra. Tras crear un vínculo increíble con un niño con el síndrome de Asperger, por fin me decidí: quería estudiar pedagogía. Los cuatro años de grado fueron maravillosos. Cuando terminé el grado, tuve muy claro que quería especializarme en ámbito de la educación especial, y así fue.
Llevo trabajando desde 2021 en gabinetes psicopedagógicos, en los cuáles, he trabajado con niños, niñas y adolescentes con diferentes tipos de trastornos y dificultades en el aprendizaje. Me encanta trabajar desde este ámbito porque me ofrece la libertad de realizar mis sesiones de la forma que más me gusta: jugando.
A través del juego, el aprendizaje que se crea es más significativo ya que se consigue vincular la emoción a ello. Además, cada sesión es individualizada y adaptada a los intereses de cada una de las personitas con las que trabajo. Pienso que es muy importante vincular las emociones con el aprendizaje para poder encontrar esa motivación y a través del juego, lo conseguimos con total facilidad.
A lo largo de mi corta experiencia, he entendido que el aprendizaje siempre es bidireccional. En cada una de las tantísimas sesiones que he llevado a cabo, yo me he llevado también mucho aprendizaje. Me encanta que el espacio de trabajo sea tranquilo y cercano, de esta forma creamos un contexto en el que la confianza va surgiendo con facilidad y esto nos permite a ambas partes trabajar de una forma mucho más cómoda.
En mi trabajo, no me gusta dejar de lado otros agentes educativos que son muy importantes: la familia y la escuela. Por eso, me gusta trabajar de forma coordinada con ambos agentes, realizando diversas reuniones con los centros a lo largo del curso escolar y también con las familias.
El mejor regalo que me ha ofrecido mi trabajo es recibir el cariño de todas las familias que vienen en busca de ayuda y ven con el tiempo el esfuerzo de este trabajo tan apasionante.